En el silencio de
la noche, cuando todo el mundo duerme, es cuando puedo oírlos.
Oigo los sueños.
Cuando son placenteros es como una suave música, pero cuando son
pesadillas el sonido es insoportable.
Ya aprendí a no
escuchar los míos, porque, aunque no lo creáis, oigo mis propios
sueños y hace tiempo que no son nada placenteros. Por eso escucho
los de mis hijos. Me ayudan a dormir. No hay nada mejor que un ser
puro para tener un sueño reparador