miércoles, 30 de abril de 2014

El mar

    Siempre me ha producido terror la profundidad del mar. Cuando era pequeñito, y aún hoy ya grande, cuando me adentraba en el mar tenía que ser en una zona que pudiera ver aún mis pies.
    Lo desconocido me da miedo, lo confieso. Admiro, más bien me asombran, a las personas que se tiran al agua mar adentro sin saber lo que tienen a su alrededor. Quién o qué se puede acercar a ti sin saberlo.
    Yo creo que el terror acuático me vino desde que un día de playa me adentré un poco (aún estaba en la orilla) y vino una ola. Cuando se retiró la ola, tenía pegado un pedazo de pulpo en mis piernas. Me las abrazó y me hizo caer. Mientras, venía una ola más grande. El terror se apoderó de mí porque los tentáculos me llegaban hasta la cadera y la cabeza del pulpo me parecía repugnante. Menos mal que esa ola venía con fuerza e hizo que el pulpo se despegara.
    Las risas de mi familia fueron de campeonato, pero ya me gustaría a mí que ellos estuvieran en mi pellejo en ese momento.

   En fin, desde ese día ya nada es lo mismo. Si en la orilla me atacó un pulpo cualquiera sabe lo que me podría atacar en una zona donde todo allí abajo es oscuro. ¡Prefiero no pensarlo!

domingo, 20 de abril de 2014

El fin del mundo



   ¿Nunca habéis tenido la absurda idea de ser únicos? ¿Que nunca os podéis morir? Sí, ya sé que eso es producto del egocentrismo que tenemos todos, pero suelo tener esa idea y sé que no es posible, pero la idea no me abandona.
   Siempre que me sucede algo que puede poner en peligro mi vida suelo pensar que no es posible que me pase nada, que no me puedo morir. Menuda idea más idiota, pero me consuela y me serena.
   
   Pero la verdad es que cuanto más mayor me hago esa idea me va abandonando y el miedo a morir es más fuerte que la idea de ser inmortal. El pensamiento que me serena en esos momentos es que no me puedo ir hasta que mis hijos se hagan mayores, puedan independizarse, ... Y cuando se hagan mayores y se independicen la idea será otra. Todo para no dejar que el terror a la muerte me paralice y no me deje vivir lo que tenga que vivir.

   Ya sé que cuando me vaya la tierra seguirá girando, pero mi mundo se habrá acabado. El fin del mundo habrá llegado.

sábado, 19 de abril de 2014

No todo es



   El estar al borde de la muerte te hace apreciar la vida de una forma absoluta. Cuando sabes que vas morir las cosas las ves y las sientes de otra manera. Todo lo ves como si fuera la primera vez, como un niño que aprende a dar sus primeros pasos.
    Aprecias la vida de los demás y aprendes que cada ser es un mundo y que no todo tiene que ser como tú digas sino como la vida lo marque.

    Cada uno deberíamos estar al borde del precipicio para saber que ahí abajo no hay un fin sino un principio.

miércoles, 16 de abril de 2014

Una terapia milagrosa



   Me gusta la gente que escribe. Es como si tuvieran otro yo que les obliga a expresar sus sentimientos. Sin la escritura ese alter ego no existiría. Me identifico con ellos porque pertenezco a la misma secta y no me avergüenzo. Con la escritura podemos morir, vivir en otros mundos, matar y sufrir cien martirios sin hacernos y hacer daño a nadie. Sólo usamos la imaginación y creo que es el arma más poderosa que me he encontrado hasta ahora.¡Cuántas veces he apaciguado mi ansiedad escribiendo!
   Sabemos que a lo mejor no nos va a leer nadie (ojalá que sí), pero nos encontramos mejor escribiendo. Es una terapia muy poderosa. Probadla si no lo habéis hecho aún y sólo os limitáis a contemplar. Os aseguro que os enganchará y ya no podréis vivir sin ello.

martes, 15 de abril de 2014

Obras



   Las obras en casa y sus consecuencias. Sólo es cambiar el calentador de la cocina y ya han hecho más agujeros que los que tengo yo en el cuerpo.
   Lo veréis un absurdo, pero ahora mismo me está entrando ataque de ansiedad con sólo pensar en la limpieza de la cocina. Eso de ser una maniática de la limpieza tiene sus consecuencias, buenas y malas.    Las buenas, que está todo más limpito. Las malas, que hasta que no acabo de limpiar todo no estoy tranquila y eso saca de quicio a mi familia y también a mí.
   Empezaron a las 9.00 ¡y ya son las 14.00!. Estoy del p... calentador hasta un sitio que no debo mencionar por educación. Todo son complicaciones. Jo, parecemos un imán para ello.
   Espero que cuando a vosotros os pongan un calentador, caldera o lo que sea que os pongan, no tengáis tanto trajín.
   Un saludo y, nada, a esperar que acaben.

lunes, 14 de abril de 2014

jueves, 10 de abril de 2014

Gracias





  Todos los días a la misma hora llamaban a mi puerta. La abría y me encontraba a una niña pequeña, llorando sin consuelo. Cuando le preguntaba quién era y cómo había llegado hasta allí obtenía el silencio como respuesta, pero en su cara se veía un reproche. Estaba enfadada conmigo y no sabía la razón. No conocía a esa niña de nada.
   Esa escena no tardaba más de media hora porque en cuanto iba a coger el teléfono para llamar a la policía, la niña había desaparecido como por arte de magia.
   Estuve investigando un poco el origen de esa niña. Pregunté a los vecinos si tenían alguna sobrina o alguna nieta de esa edad. Calculaba que tendría unos cuatro añitos. Nada de nada. También hablé con la policía y me dijeron que no había denuncia de niña desaparecida.
   Al día siguiente, a la misma hora, como todos los días desde hace un mes, llamaron a la puerta. La abrí, sabiendo qué me iba a encontrar tras ella. Mejor dicho, quién. Otra vez la niña, pero esta vez no lloraba, sino que estaba muy seria, con los ojos enrojecidos de haber llorado mucho.
   -¿Quién eres?- le pregunté. ¿Por qué llamas siempre a mi puerta?
   -Tú eres mi mamá. Ibas a ser mi mamá y no quisiste serlo.
   Todo esto debía ser una alucinación mía. ¿Cómo iba a ser mi hija? Esto era una locura. Pasó lo mismo de siempre: en cuanto llamé a la policía la niña desapareció.
   La “alucinación” siguió durante varios meses, y siempre igual. Pero un día dejó de aparecer. Menos mal, porque con mi reciente embarazo el estrés era lo peor.
   A los nueve meses nació una niña preciosa, a la que llamamos Lucía. Era lo mejor que me había pasado en mi vida.
   Lucía era la niña más buena del mundo. Sus ojos me recordaban mucho a los de la niña producto de mi imaginación, pero no le di la mayor importancia.
   Cuando Lucía tenía unos cuatro meses y estaba durmiendo en su cunita llamaron a la puerta. Noté un escalofrío porque sabía quién llamaba, lo sabía. Tenía la intención de no abrir la puerta porque quería que la alucinación no empezara de nuevo, pero aún así la abrí.
   Allí estaba. No había cambiado en absoluto. Parecía tener siempre la misma edad. Pero el semblante era distinto. Estaba feliz y sonriente.
   -Gracias


   Nada más decir eso se fue como había venido. Sin explicación alguna.

martes, 8 de abril de 2014

Un refugio



   Aquí estoy yo, bajo la lluvia, sin otro refugio que mi propio cuerpo, sin otro refugio que mis sueños. Sueños de una vida mejor, de un futuro prometedor, queriendo dejar atrás un oscuro pasado, lleno de sinsabores. Ese pasado nunca vio la lluvia, sino un sol atroz que quemaba por dentro y por fuera. Días largos y noches frías.
   
Atrás dejé un amor, un amor tan inmenso que me hizo soñar con la libertad tanto tiempo ansiada y que juré compartir con él si alguna vez la lograba. Creí en falsas promesas de un paraíso en la tierra y por ello arriesgué mi vida, feliz de haberme atrevido a retar al destino, un destino que me habían augurado aciago y que me resistí aceptar.


    Y ahora sigo aquí, bajo esta lluvia que no cesa y que poco a poco va calando mi ánimo y mis sueños, intentando buscar una mano amiga que me ayude a encontrar un poco de sol, un cielo libre de nubes negras, negras como el color de mi piel. Color que nunca me ayudó en estas tierras y que no entiendo el porqué.

Venganza




   El sueño me impedía pensar con claridad. Estaba a punto de perder la conciencia, pero el terror hacía que mis ojos no se cerraran del todo.Sabía que más tarde o más temprano él me iba a atacar y que sería mi fin, pero no se iría de allí sin haberse llevado un recuerdo mío.
   Él atacaba a sus víctimas sin previo aviso, por la espalda, y las llevaba a su lugar preferido, su santuario. Allí las hacía sufrir de tal manera que lograba lo que tanto ansiaba: un grito de auténtico sufrimiento. Después de eso las dejaba marchar, pero tan humilladas y marcadas que ya no eran las mismas de por vida. Eran auténticos cadáveres vivientes, simples autómatas.
   Yo, como estudiosa que era de su forma de actuar, sabía lo que ansiaba y lo que le daba más satisfacción. Cuando me atacó por la espalda y me tiró al suelo aún no sabía quién era. Lo supe cuando dijo las palabras mágicas: “ya no vas a ser la misma durante toda tu vida, te arrancaré el alma”. Estas palabras siempre las decía después de derribar a su presa. Me lo relató la última víctima después de someterla a hipnosis, ya que de otra manera no hubiera sido posible arrancarle palabra alguna.
   Esta vez fue diferente. Me ató las manos y los pies y me amordazó. Me llevó a su escondite y allí, frente a mí, estuvo contemplándome un rato.
   -Ya sé quién eres-me dijo
   -Como ya sabes mi modus operandi haremos algo original, diferente. Te atacaré cuando te duermas. Será más interesante y excitante. Quiero saber si el grito de dolor es el mismo, si sufres igual que ellas.
   -No te voy a dar ese gusto-le respondí.
   -Sí que lo harás. Más tarde o más temprano te dormirás y ahí estaré yo, despertándote con un dolor que no podrás imaginar.
   Estuvimos así durante dos días, pero al tercero no pude aguantar más y cerré los ojos. Pero estaba preparada para su ataque, para lo que iba a pasar a continuación.
   Lo que nunca pude imaginar es que él también sucumbiría al sueño y con ello que el cuchillo que llevaba en la mano se caería cerca de mí. Lo vi en cuanto me desperté. Siempre me quejaba que nunca no lograba dormir más de dos horas seguidas, pero ahora le daba gracias a Dios por ello.
Logré alcanzar el cuchillo con los pies atados y ponerlo un poco en vertical para cortar las cintas de las manos. Luego me corté las de las manos. Estaba libre, pero con ese bestia dormido cerca de mí.

   Desde hace unos días que lo martirizo profundamente y los gritos que salen de su garganta son más de un animal que de una persona, pero me satisfacen profundamente. Lo tendré así tantos días como víctimas ha tenido. Luego lo dejaré a su suerte.

   -Hemos encontrado un hombre blanco, semidesnudo y con marcas profundas en el cuerpo. Parecen de cuchillo.
   -¿Le habéis podido interrogar?
   -Ha sido imposible. Parece un cadáver andante. No suelta palabra alguna. Además, no tiene huellas dactilares que nos posibilite la identificación.


   Desde hace unos años que está en un psiquiátrico. Pero siempre hay alguien que le visita y le habla. Cada una de las víctimas que él logró y que ahora van recuperando su cordura a costa de la suya.

viernes, 4 de abril de 2014

Orgullo

   Un reproche, un grito, una mala frase expresada con la cabeza, pero no con el corazón. Toda una vida, en un segundo, se deshace, como un castillo de naipes deshecho por una corriente repentina. ¿Quién remedia ahora lo que en un segundo no quisimos decir, pero que salió de nuestra boca antes de que lo pudiéramos impedir?

   Sólo nos queda una forma de enmendar el error: pedir perdón. Pero para ello hay que liberarse del orgullo y eso no siempre es fácil. De ello depende nuestra felicidad.