Cada cierto tiempo hacía un
esfuerzo por recordar, pero su memoria se estaba borrando. Se sentía
como un disco duro al que estaban formateando.
Ya no sabía el porqué de su
existencia, ya no sabía el motivo de su letargo.
Se daba cuenta de lo que le estaba
sucediendo y eso le aterrorizaba porque perder la memoria para él
era morir en vida.
Decidió luchar contra esa
enfermedad con todas sus fuerzas y lo primero que decidió hacer fue
escribir sus memorias, con la ayuda de su familia, ya que había
cosas de las que ya no se acordaba.
También colaboró con sus médicos
para encontrar un medio de enlentecer el proceso.
Llegó el momento y la luz se apagó.
Se miraba en el espejo y no reconocía a la persona que se reflejaba
en él. Ni siquiera a sus hijos, a los que consideraba personas
extrañas.
Solo le ayudaba un cuaderno que
tenía en su habitación. Más que un cuaderno era un libro mal
encuadernado. Se sentía bien cuando lo leía, en paz consigo mismo,
y no sabía el motivo. Solo que cuando lo leía sentía como si lo
hubiera escrito él mismo.
Relataba la historia de un hombre,
desde su nacimiento hasta su muerte.