Tenía miedo porque sabía que iba
a morir y lo sabía porque jamás ninguno de sus compañeros había
salido de allí con vida. No escucharon ni sus súplicas ni sus
lamentos. No servía de nada.
No entendía cómo unos seres, que
se suponían eran “racionales”, se enfervorecían ante tamaña
violencia y derrame de sangre.
Estaba dispuesto a defenderse y a
matar a su asesino, si eso era posible.
Se abren las puertas y empieza el
suplicio para él y la diversión para otros. Empieza “la fiesta
nacional”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario