Pum, pum, pum. Mi corazón se acelera
de una forma vertiginosa y no sé cómo controlarlo.
Me aferro a ideas y pensamientos
agradables para que se apacigüe mi ansiedad, pero hoy no funciona.
Empiezo a marearme porque me cuesta
respirar. Abro las ventanas de par en par para que el aire frío
entre en mis pulmones.
¡Basta ya! ¿Pero qué me estoy
haciendo? ¿No me doy cuenta que cuanto más me resista peor será?
Ya no puedo ni sostenerme en pie.
Y encuentro la solución en un
consejo que un día me dieron y que hoy sigo sin darme cuenta: no
pienso en nada, dejo la mente en blanco, dejo las ideas escapar. Y
ello conlleva su resultado, mi corazón se relaja.
A veces el peor enemigo es uno
mismo. No es fácil seguir el consejo que me dieron, pero poco a poco
voy aprendiendo. A esa persona le estaré eternamente agradecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario